dissabte, 18 de desembre del 2010

punto.



Regresaron a casa a las ocho de la tarde exhaustas pero repletas de belleza, Mi abuela siempre me dice que me rodee de cosas bonitas, dice que se pega, dijo Lucía y todas rieron por la ocurrencia de la abuela.

Pero por la noche, ya en la intimidad de sus habitaciones, se miraron al espejo y se encontraron más bonitas que nunca.






__________________________________________________________________

dilluns, 6 de desembre del 2010

Hogar.




De vuelta a la ciudad. Al calor del hogar. Darle un beso a mi madre, a mi padre, jugar con mi pequeña negra y volver a verme en el espejo. En las últimas semanas mi figura se había desdibujado y por más que mirara no podía ver con claridad. Me empeñé para verme, incluso cogí un pintalabios rojopasión y pinte mi cara en él. Pero era un dibujo, y además, un dibujo feo. Ahora he vuelto de dónde me fui. Y he vuelto con la cara lavada y la boca llena de aire. Creo que estoy contenta. O, por lo menos, me siento bien aquí. Y lo sé porque mi cabeza está llena, casi a rebosar. Fíjate, la otra noche no me podía ni dormir. Cuando los pajaritos se mueven es mejor que les abras la jaula. Y eso hice. Estoy contenta, sí, creo que lo estoy. Hoy me he mirado al espejo y me he pintado los labios, mis labios, de rojopasión.



________________________________________________________________

divendres, 19 de novembre del 2010

Pleasure



Entonces, Jaime cogió a Claudia por los hombros la abrazó y le besó el cuello.

A Claudia se le erizó la piel y le empezaron a temblar los dedos. Jaime siguió besándola por el cuello, por el lóbulo de las orejas, por el escote. El cuerpo de ella se estremeció y empezó a excitarse, la lengua de Jaime sobre su piel la había paralizado. Él la cogió entre sus brazos y la llevó bajo el árbol. Empezó a desnudarla lentamente, besando cada parte del cuerpo que aparecía bajo la ropa, como si se tratara de un trozo de chocolate delicioso que no puedes evitar chupar. Todo el cuerpo de Claudia se había convertido en una delicia de chocolate. Por eso Jaime empezó a devorarla con todo su cuerpo. No quería que sólo su lengua fuera la privilegiada de probar ese sabor, quería que todo su cuerpo participara en el festín, sus manos, sus piernas, su cabello, su nariz, su sexo. Claudia gemía, primero flojito, por pudor a que alguien les oyera, pero después no pudo reprimir su placer y se dejó llevar por el sexo, por aquella boca, por aquel hombre que estaba devorándola sin dejarse ni una peca.

Debajo de aquel árbol, Claudia subió hacia una nube y se restregó en su piel de algodón, muerta de placer.





_____________________________________________________________

dissabte, 6 de novembre del 2010

En el lago




Estoy sentada a orillas de un lago precioso, tremendamente bello y la belleza del paisaje se me está metiéndo por el cuerpo y me hace sentir como un temblor y una risa floja que no sé de dónde viene, ni a dónde va. El sol me calienta la nuca, mi sombra me muestra la fotografía de mí misma en este preciso instante en el que mis ojos están bañados de cosas bonitas y no entiendo cómo la mera contemplación puede alterarme de este modo, hacerme tiritar, sentir algo atravesado en mi nuez, querer retener para siempre este paisaje, este escenario que tengo sobre mi mirada. Hago fotos, dos, tres, cinco, no sé ya cuántas he hecho. Pero en ellas no veo lo que yo siento, lo que la visión de este mundo está provocando en mis huesos. Escribo, sí, también he cogido mi libreta y me he puesto a escribir para, de otro modo, intentar entender esto que tengo en el cuerpo y recordarlo para siempre.Pongo voz a mi temblor. Pero tampoco es suficiente.

Ahora sólo me queda sentir.
Dejar la libreta, la cámara, la cabeza, envolverme en este aire
y sentir, sólo sentir.


_____________________________________________________________

(y aquí os dejo mis dos intentos de inmortalizar ese momento)



.

dimarts, 2 de novembre del 2010

Dulces amargos.




De pequeña, su madre le enseñaba que mezclando los ingredientes se podían inventar sabores nunca antes descubiertos. Desde aquel día, Silvia se convirtió en una científica de sabores. La cocina era su pequeño laboratorio y las fruterías y supermercados eran el universo. Junto a su madre, creaba los únicos pasteles capaces de conseguir que todo el mundo sonriera y al decir “todo el mundo” me refiero hasta a la persona más insonreíble del mundo.

Pero cuando la madre de Silvia murió, Silvia dejó de cocinar pasteles, era nuestra manera de decirnos cosas que dan vergüenza poner letras, era su ritual de amor. Y por eso, al faltar la madre, la hija no volvió a la cocina, hacer el amor sola me rompe los ojos.


Y así fue como Silvia dejó de fabricar sonrisas en el mundo.



____________________________________________________________


dissabte, 23 d’octubre del 2010

Entrevista2.

Habíamos quedado en la playa de las algas. Llegó con un café frío entre las manos y una mirada de disculpas anticipadas, losientosemehaidoelsantoalcielo, una sonrisa, se la devolví y le agradecí el detalle del café. Sacó del bolsillo un trozo de tarta ya un poco maleada pero deliciosa para la saliva de mi lengua. Son de la mujer de la plaza, la Sra. Catalina. Si nunca has probado su variedad de pasteles aún no conoces el color de la delicia. Y empezamos la entrevista.

Juan Carlos, de muy pequeño era diseñador de edificaciones imposibles que sólo su imaginación podía concebir como válidas.
- Mi primera idea fue una casa de caramelos, como en el cuento de Hansel y Gretel, ¿sabes? Era mi cuento favorito de niño y me obsesioné por tener una casa con las paredes de regaliz. Dibujé un plano de cómo tendría que construirla, qué tipo de chuchería era la más fuerte para convertirse en pared y en techo.
- ¿Y descubriste cuáles eran?
- Creí que los había encontrado.
- ¿Creíste?
- Puse en práctica mi descubrimiento construyendo una maqueta del tamaño de una casa de muñecas. Lo saqué al jardín de mi casa y, al primer despiste de mis ojos, los gatos se comieron mi casita de caramelo. Entonces entendí que si creaba una casa así de dulce, la gente se la comería mientras yo durmiera. Me dio miedo imaginarme dientes mientras mis ojos estaban cerrados así que rápidamente me quité la idea de esa casa de la cabeza.

Pasaron los años y la mente del niño Juan Carlos continuó imaginando mágicas construcciones.

- Hasta que llegué a esta isla y pude hacer mi sueño realidad.

Construyó una casa con las algas que viven bajo las aguas de la isla.

- ¿Por qué de algas?
- La primera vez que me bañé con algas me causaron repulsión. El agua estaba sucia de algas, me tocaban por todo el cuerpo, no dejaban ni un trocito pequeño para el agua, afeaban el paisaje. Tras recorrerme todas las playas de la isla entendí que esa playa, la playa de algas donde ahora nos encontramos, era la más bella de todas, el mar sin algas no podía dejar de llorar. En todas las demás playas de la isla, el agua se quedaba mansa, sin moverse apenas, como si el agua estuviera muerta. Decidí idear una casa de algas para dejar de llorar. Porque nosotros también somos de agua, como el mar.






____________________________________________________________

dilluns, 11 d’octubre del 2010

Aire nuevo.



Al lado de mi casa de la montaña hay:

-un río
-el árbol de los deseos
-y una pequeña puerta que te sumerge bajo las raíces de los árboles.

¿Lo ves?









__________________________________________________________________

dijous, 2 de setembre del 2010

La fille du soleil


El sol de mi sueño tenía el cielo amarillo, el aire amarillo, el agua amarilla, las hormigas amarillas, los hipopótamos amarillos, los bostezos amarillos. Era un mundo de color amarillo. Había casitas amarillas, árboles amarillos, columpios amarillos, niños amarillos, todo amarillo. Ningún adulto vivía entre las tierras solares, no había escuelas, ni verduras, ni pescado, habían golosinas, juguetes, piscinas, pelotas y niños, todo niños. Era el paraíso de los niños. Y yo no quería despertar de mi sueño. Pero por las mañana, mi madre venía con un vaso de leche, me daba un beso y me acompañaba a la puerta del colegio donde los profesores hablaban de matemáticas, naturales y demás lenguajes extraños que los niños solares desconocían y yo quería también desconocer.

Durante muchas noches volaba hacia el Sol y jugaba con los niños amarillos a la rayuela, a saltar la cuerda, al pilla-pilla, al escondite, cantábamos, bailábamos, nos bañábamos en las piscinas de aguas amarillas, nos llenábamos las barrigas de golosinas amarillas y descansábamos con una sonrisa de boca de melón, una sonrisa que sólo los niños solares y yo somos capaces de dibujar.




_______________________________________________________________________________


diumenge, 29 d’agost del 2010

Shhhh


Aprovechaba los días soleados para colarme en tu habitación y registrar tu ropa interior. Cogía los sujetadores y los palpaba con mis manos imaginando tus pechos tibios, erguidos, preciosos, excitantes.

Y besaba aquellas prendas íntimas durante horas y horas hasta que llegabas a casa y corría rápidamente a mi habitación fingiendo que leía un cuento de ranas y sapos




_____________________________________________________________________________


(foto del parque Vigeland, Oslo)

Disfraces.



No more to say.

dimarts, 17 d’agost del 2010

De sangre





Entonces, Mónica, aún con el cuerpo de su hermana ensangrentado en el suelo y el cuchillo caliente de vida entre los dedos, fue al lavabo, se miró al espejo y descubrió que ella también tenía dos enormes y preciosos colmillos entre sus labios.












_______________________________________________________________

Hermanas.


Mónica sentía una atracción diferente hacia su hermana, un sentimiento más allá del familiar que le invadía las venas, la mente y el sexo.

Todo empezó una tarde de invierno.

Mónica tenía ocho años y Silvia diez. Sus padres se habían ido al cine a ver una película de mayores y las niñas se quedaron en casa con la chimenea, sus juguetes nuevos y la compañía la una de la otra. ¿Jugamos a madres y padres?, ¡Sí!, y pusieron una película de madres y padres y empezaron a imitar todo lo que en ella hacían, se besaron, se tocaron, se observaron, se exploraron, se sintieron y luego continuaron jugando a las muñecas.

Nunca jamás volvieron a hablar de ese episodio de sus vidas. Silvia logró borrarlo por pudor, por vergüenza, por escándalo. Pero Mónica no.

Desde entonces, Mónica espiaba a su hermana en la ducha, cuando se cambiaba de ropa, cuando estudiaba, cuando leía, cuando se miraba al espejo y se creía sola,

m i e n t r a s d o r m í a

Muchas eran las noches que Mónica se escapaba de sus sábanas y acudía a la habitación de Silvia. La encontraba en el territorio de sus sueños, con una expresión plácida, angelical, inconsciente y Mónica le acariciaba las mejillas, los labios, el cabello rubio, pero lo hacía con manos de cristal para así evitar que ella saliera del mundo de ojos para dentro y volviera a la realidad de la noche oscura y los grillos cantando y su hermana enamorándose de ella. Así que iba con cuidado, con mucho mucho muchísimo cuidado para que el tacto de sus dedos casi no existiera. Se metía bajo las sábanas y le acariciaba los muslos, los pechos, el sexo, casi sin respirar, sudando lagos enteros y con el corazón a punto de salírsele por los ojos.

Eran noches secretas, noches que no existían para nadie, noches invisibles que Mónica deseaba y ansiaba durante las horas que el Sol estaba allí arriba mostrándolo todo con demasiada absurda claridad.

Por eso, Mónica le declaró la guerra al Sol.















_______________________________________________________________

dimecres, 11 d’agost del 2010

Sueños de Luna




Cati era una niña que se pasaba horas y horas y horas y más horas y más horas en la habitación de su casa jugando con sus muñecas por la mañana y mirando las estrellas por la noche.


Su habitación tenía una ventana enorme que daba al jardín bonito y verde y más bonito y muy muy verde. Muchas eran las noches que se sentaba en la repisa de aquella ventana a escuchar el murmullo del mundo cuando los seres vivos se sumergen en la inconsciencia del sueño.

Entonces oía el respiro de la vida, oía los árboles, oía la tierra, oía las estrellas, oía la Luna, oía el cielo oscuro, oía las hormigas, oía su corazón palpitante.



Y aquellas noches se iba a dormir y soñaba sueños que soñaban con soñar seguir soñando y nuncanuncanuncajamás despertar.




_______________________________________________________________

dimarts, 3 d’agost del 2010

Buceando.


Conoció a Nieves bajo el agua.

Afuera estaba ya atardeciendo y el frío del mar se había metido bajo sus costillas pero ¡se estaba tan bien con aquel saborcito salado en la boca! Además, a esa hora era cuando el agua se vaciaba de gente, de voces, de cuerpos, de humanidad, y aparecía el mar, no la playa. A esas horas, el agua se movía para poder continuar su lucha secreta con la tierra que allí se quedaba, también vacía, retándola a acercarse y acabar haciendo el amor con odioamorodioamor.

Y Lucía quería ser testigo del acontecimiento.

Por eso, durante muchas tardes, esperaba en la toalla a que la gente se marchara a hacer la cena, a ducharse, a peinarse, y así ella poder adentrarse en el agua y escuchar los besos de los eternos amantes.

Y Nieves apareció como una sirena.

Era ya entrada la noche pero Lucía no se había dado cuenta de ello y seguía buceando descubriendo nuevas plantas, nuevos peces y a una nueva mujer. Porque allí, a lo lejos, Nieves nadaba comopezenelagua, sin descompás en su nado, su movimiento era perfecto, fluyendo con aquel mundo de vida sin aire.
Lucía se quedó quieta, no quería hacer ruido, quería seguir observando cómo aquella mujer se movía y movía y movía en aquel territorio como si se hubieran equivocado al hacerla terrestre, como si aquel quien crea a los seres vivos hubiera errado con Nieves y la hubiera colocado en un mundo al que no le tocaba vivir y ella sola hubiera descubierto su verdadero hogar: junto a las algas, juntos a las rocas, junto al agua, junto a su nózaroc.


Y Lucía se marchó sin ser vista






_________________________________________________

divendres, 23 de juliol del 2010

Entrevista



El último encuentro que tuvo Lucía en la ciudad fue con un hombre de unos setenta años que había fundado una agencia especializada en viajes insólitos. Se llamaba Andrés. Su idea de negocio había surgido por un viaje que había hecho con motivo de la boda de una de sus nietas. En ese viaje había ido a comprar a una pastelería y la dueña de la tienda le había hablado sobre la tradición pastelera de aquel lugar.
Le contó que el chocolate con el que se hacían los pasteles era un chocolate especial pues el cacao crecía en un árbol, como si fuera una manzana, una pera o una naranja. Aquellos árboles crecían sólo en una parte del mundo y los prados de ese pueblo eran los privilegiados.
Durante los siglos pasados millones de personas viajaban allí para saborear el chocolate que caía de las ramas, sin embargo, al cabo del tiempo, los turistas eran mayores que la producción de cacao por lo que en el pueblo se inventaron una mentira. Dijeron que los rayos de una tormenta habían destrozado el cultivo y que no quedaba ni un solo árbol en pie.
Cuando la gente volvió al pueblo en busca de aquel insólito fruto encontraron matojos y más matojos, nada de árboles. Poco a poco la gente fue dejando de visitar aquel pueblo.

- ¿Y qué hicieron con los árboles?
– Los escondieron durante un tiempo.
- ¿Los escondieron? ¿Dónde?
– Allá arriba entre las nubes porque el chocolate, no lo olvidemos, es un capricho de los Dioses.

Andrés, el último entrevistado por Lucía en la ciudad, había creado una agencia de viajes especializada en este tipo de aventuras, aventuras deliciosas





.

dimarts, 18 de maig del 2010

Nothing to say








Traigo para ti hay una sonrisa helada, un bienestar pintado con pegotes de rímel y un nopasanadatodovaasalirbien.


Tú estáte tranquilo.



Aunque los barcos choquen contra mi estómago, me abran los pulmones, se traguen mi sangre, me agujereen el hígado, me peten las venas, me arranquen los intestinos, me rajen el nózaroc,



tú sigue fumando tu cigarro, tranquilo,



aunque me tire de los pelos, me arranque las pestañas, me muerda los pezones,


t
r
a
n
q
u
i
l
o



puedes seguir fumando, escuchando flamenco, bebiendo una cerveza y sintiendo quetodovaasalirbien.



Vomitaré en tu cara para que te levantes de la silla y te pongas los guantes de boxeo de una puta vez













)ererteuq odaisamed eleud (

diumenge, 25 d’abril del 2010

Tormenta






Ayer vi el mar bajo tu piel.

Ayer vi el mar bajo tu piel y quise lanzarte un flotador salvavidas.

Quería ser capaz de beberme tu mar o que tú fueras capaz de convertirlo en un río de esos pequeñitos que llevan poca agua y son tan y tan bonitos.

Aunque no quiero engañarme.

La humedad seguirá en tu interior como lo está en el interior de todos. Pero es que te vi tan y tan y tan mojado que sentía que me ahogaba.

Y dejé de mirarte. No te miraba porque no sabía cómo hacerlo

muertademiedo

Me puse rígida para defenderme de tu agua, con mi escudo antitristeza, como dice el niño de la peli que acabo de ver. En realidad mi escudo es uno de los más fuertes y creo que eso es más malo que bueno porque me pongo duraduraduraduraduradura cuando hay alguien frente a mi temblando como el reflejo de la luna en el agua.

Yo sólo quiero acercarme a ti, meter la boca dentro de tu piel y tragarme una parte de tu océano, con pececitos incluídos, claro que sí.




.

dilluns, 29 de març del 2010

Dancing under the moon.


Mañinojas, 11 de Abril de ????

Las personas somos como los bombones
, me dijiste en uno de nuestros primeros encuentros, por fuera nos cubre una capa fría, fea e innecesaria, pero por dentro mmmmmmm, y te relamiste los labios oliendo el chocolate.

Llegaste a mi vida casi en navidad, la época de los bombones. Lo recuerdo porque eras la única persona capaz de dibujar en el vaho que sale de la boca cuando hace mucho mucho frío, tanto que la nariz se tiñe de un tono rojizo y la gente parece convertirse, repentinamente, en pequeños gnomos salidos del bosque. Tú fuiste mi gnomo favorito desde que subiste a mi casa con un castillo de juguete que habías encontrado en la basura, no comprendo cómo alguien ha podido querer deshacerse de algo así, y te tiraste al suelo y te pusiste a arreglar aquel viejo juguete. Aún lo guardo, está en la estantería del comedor, en el centro, para nunca olvidar que jugar es lo único que hace que esto siga vivo. Nunca deberíamos dejar de jugar, al pillapilla, al escondite, a polis y a cacos, a muñecas, a la rayuela, a saltar la cuerda, y jugábamos, nos pasábamos muchas tardes jugando a juegos que creía perdidos en la memoria, que la madurezmalentendida me habían hecho aparcar en un lugar de mi mente que había cerrado con llave.

Encantada de conocerte pequeño cocodrilo, Lo mismo digo sirena de agua dulce, y nos bebimos la taza de café caliente que había en nuestra mesa. Empezaba la navidad, la calle estaba vestida de colores y el aire olía a chimenas, manta y libros, me encanta el frío, y sacaste aire de tu boca, vaho que dibujaste a modo de círculo, ¿cómo lo has hecho?, me emocioné, es muy sencillo, sólo tienes que saborearlo, y moviste los labios como un viejo sin dientes y volviste a dibujar el aire, está vez sacaste una serpiente, y luego un caramelo, y luego un diamante y un elefante y una tortuga y y y.

Vivías cerca del mar para oír el ruido de los barcos, me encanta sentir que hay sonido incluso en el silencio, y me hiciste escuchar el ruido del mundo, tumbadas en tu cama, en el momento de la duermevela, me hiciste oír el sonido del silencio. Y temblé. Y me tocaste con tus pies y te reíste y me hiciste reír aunque yo quería enfadarme por haberme asustado, pero me reí.

Me tiembla la mano mientras te escribo, ha pasado tanto opmeit que incluso me da miedo recordar.


Fuiste mi amiga, mi gran amiga, mi súper amiga, y todos los superlativos que se te puedan ocurrir. Pero estuviste en mi vida poco tiempo, muy poco tiempo, la belleza está en lo breve, decías, de ahí los poemas, los cuentos, las miradas, y tú, añado ahora yo.

Te marchaste un verano, con el calor, también como los bombones. Unos me dijeron que te fuiste por trabajo, otros que te fuiste por amor, pero yo sé que en realidad te salió la cola de sirenadeaguadulce y tuviste que lanzarte al mar.











diumenge, 17 de gener del 2010

Reflexiones en el baño.




Tu cepillo de dientes ya no está en el baño. Seguramente está guardado en un neceser, dentro de una mochila dentro de un armario dentro de una habitación dentro de una casa dentro de un país que está lejos, lejos, muy lejos, tanto que casi toca la línea donde el mar parece terminar.
Y al ver-no-ver tu cepillo sobre el mármol he recordado que, desde el día que me hablaste de aquel atardecer, quería ponerte letras. Pero nunca sabía cómo comenzarte. Tú misma me lo dijiste al describirme aquella tarde en la isla, tumbada sobre la arena, viendo el sol empequeñecerse, todo la belleza que sentías querías ponerle palabras, como para eternizarlo, sabes?, pero tu lengua no sabía moverse al compás de tus emociones y te quedaste sintiendo, nadamás. ¿Para qué quieres ponerle una voz? te preguntaron y te preguntaste y luego sonreíste al entender que no era necesario, que tú estabas ahí, frente al sol, frente al mar, frente a la vida mientras yo escribo lo que no pude vivir.

Podría empezarte hablando de la manera en que te comes las uñas y como juntas los dedos para sacarte las pieles que han quedado fuera del alcance de la boca. O también podría describir tu forma de achinar los ojos cuando hablas de algo que crees interesante, los entrecierras como si un sol insoportable estuviera cegando tu mirada o como si una miopía inexistente te impidiera ver tu serie de dibujos animados preferida. Pero creo que empezaré por ti y luego vendrá lo demás.

Un día me contaste - creo que fue el mismo día que me hablaste del mudo atardecer - un cuento de magia, un cuento que acababas de vivir y que tampoco podías explicar. Me hablaste de una noche en la que marchaste a casa, a tu casa de la isla, envuelta en lágrimas. Acababas de despedirte de él y una sensación que tampoco pudiste explicarme te empujó a coger la bici y pedalear en la noche hasta encontrarte con su barco. Era marinero y lo habías conocido hacía unas horas. Pero querías besarle, no podías, no querías irte a dormir sin besar, tocar, oler a aquella persona que tantos nosequés abría en tu cabeza. Y llegaste a su puerta y el marinero te besó durante toda la noche. A la mañana siguiente te levantaste y fuiste al café dejando tu bici amarrada en el puerto. Aquella mañana el cielo estaba de un color naranja, un color raro, insólito, un color que acaparó tu atención durante gran parte del día. Hasta que saliste a por la bici y encontraste aquella varita mágica.

Me lo contaste así, sabiendo que aquello era algún mensaje, algo así como un código indescifrable entre tú y el mundo. Pero yo rápidamente entendí que aquella estrella era ese algo que tanto tiempo llevabas buscando. Y ahora estaba sobre la cesta de tu bici, delante de tus ojos, al alcance de tus dedos, gritándote, en silencio, que yapuedesdescansar. Y sin oírla, creyendo que no la entendías, la entendiste. Te quedaste un tiempo más en aquella isla, disfrutando de atardeceres sinnombre y besos marineros.

Y la estrella volvió a desaparecer y tú volviste a casa, a nuestra casa, sin saber que la habías perdido. Pero volvías a sentir un algo, una cosa sin palabras que te hizo volver a guardar el cepillo dentrodelneceserdentrodelamaleta y coger un avión rumbo a otros cielos, a otros labios y a otros soles.

Cuando la varita esté sobre tus manos volveré a ver tu cepillo en el lavabo. Y sonrío por ello, perseguidora de estrellas.