diumenge, 24 de gener del 2016

100

Y sin quererlo ni beberlo, de repente, he llegado a 100 entradas. 100 veces que me he conectado a esta página para dejar un trocito de mí, dejarme llevar por mis aires interiores y sacar todo lo que tengo ahí almacenado, huela bien, apeste o sea un viento huracanado, me da igual. Siempre he dado vía libre a mis pensamientos en este blog y, hoy, he llegado al número 100, menudo número, redondo, imponente y muy vigoroso. 100. Pero ¿qué más da? 

Hoy he entrado a este blog, mi blog de siempre, para volver a retomar la vieja costumbre de escribir sin ningún objetivo concreto, escribir y vaciarme, escribir de forma intrépida, salvaje, natural. No quiero escribir un artículo, escribir una crítica, escribir un cuento o escribir una pieza de teatro. No. Quiero escribir, escribirme, darme este pedacito de tiempo solo para mí y volver a recuperar algo que desde siempre había hecho y que ahora cada vez hago menos. 

Qué pena esto de crecer, la verdad. A mí nadie me engaña, Peter Pan tenía razón. No quiero que mis alas se marchiten ni se pudran por culpa del humo de la ciudad. Quiero que brillen siempre como lo hacían antes, que tengan plumas y estén frondosas y perfectas para alzar el vuelo siempre que me apetezca. Y había dejado que la ciudad me mordiera los pies, que el tictac me mordiera los ojos. Y ya basta, ¿no?, ya basta. 



Escribir porque sí, escribir para hablar conmigo, para darme tiempo a mí misma de pensar, darme un respiro, dejar de siempre hacer, hacer y hacer y dejar de hacer para dejarme llevar. Recuperar esa preciosa manía adolescente de querer dejarlo todo por escrito, de querer dejar constancia de esas palabras que te han herido, de esa mirada que te ha gustado, de ese examen que te ha salido bien. De esas pequeñeces que no son tan pequeñas, de esas cosas que son y siguen siendo importantes pero que con el paso de los años acallamos por ser tontas, niñerías o cosas sin importancia. Sin importancia para quién, a ver. Porque yo sigo llorando cuando alguien me hace daño, sigo emocionándome cuando alguien me dice que me quiere y sigo preocupada porque las cosas me salgan bien. Entonces, ¿cuál es el cambio?

Por eso, precisamente por eso, quiero dar marcha atrás en el tiempo. Desaprender lo que he aprendido mal, volver a dejarme sentir como cuando era adolescente y me temblaban los ojos al ver al chico que me gustaba, volver a escribir, escribir sin motivo pero escribir, escribirlo todo, escribir sobre una hormiga, escribir sobre el mar, escribir sobre el insomnio, escribir sobre la nada. 

Porque el nombre de este blog era para esto, para escribir palabras de nada y, con el tiempo, creí que eso era perder el tiempo y empecé a escribir palabras de todo. Me equivoqué. Así que vuelvo con mi impulso, con mi intención de cuando ni siquiera tenía 20 años dándome cabezazos contra la pared al darme cuenta de que ella tenía razón. 

Palabras de nada, eso es y ha sido siempre.