dimarts, 3 d’agost del 2010

Buceando.


Conoció a Nieves bajo el agua.

Afuera estaba ya atardeciendo y el frío del mar se había metido bajo sus costillas pero ¡se estaba tan bien con aquel saborcito salado en la boca! Además, a esa hora era cuando el agua se vaciaba de gente, de voces, de cuerpos, de humanidad, y aparecía el mar, no la playa. A esas horas, el agua se movía para poder continuar su lucha secreta con la tierra que allí se quedaba, también vacía, retándola a acercarse y acabar haciendo el amor con odioamorodioamor.

Y Lucía quería ser testigo del acontecimiento.

Por eso, durante muchas tardes, esperaba en la toalla a que la gente se marchara a hacer la cena, a ducharse, a peinarse, y así ella poder adentrarse en el agua y escuchar los besos de los eternos amantes.

Y Nieves apareció como una sirena.

Era ya entrada la noche pero Lucía no se había dado cuenta de ello y seguía buceando descubriendo nuevas plantas, nuevos peces y a una nueva mujer. Porque allí, a lo lejos, Nieves nadaba comopezenelagua, sin descompás en su nado, su movimiento era perfecto, fluyendo con aquel mundo de vida sin aire.
Lucía se quedó quieta, no quería hacer ruido, quería seguir observando cómo aquella mujer se movía y movía y movía en aquel territorio como si se hubieran equivocado al hacerla terrestre, como si aquel quien crea a los seres vivos hubiera errado con Nieves y la hubiera colocado en un mundo al que no le tocaba vivir y ella sola hubiera descubierto su verdadero hogar: junto a las algas, juntos a las rocas, junto al agua, junto a su nózaroc.


Y Lucía se marchó sin ser vista






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1 comentari:

  1. precioso relato (: casi puedo saborear la sal en mis labios, sentir el agua en la piel y el brillo del sol hiriendo los ojos y abrasando el nózaroc.

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