dijous, 3 d’octubre del 2013

Soleado


Y hacía tiempo que no escribía. Para mí, digo. Escribir, sí que escribo; de hecho, no paro de hacerlo. Pero escribir para escribirme hacía tiempo, mucho tiempo. No sé, todo va rápido, muy rápido. De repente me siento llena de burbujas de fresa a punto de explotar en un mundo de sabores y, en un abrir y cerrar de ojos, las fresas se han vuelto amargas y me pica mucho la lengua. Tampoco quiero tanto. No quiero que mi mundo sea una gigante fresa. No quiero que lo que hay en mi alrededor esté teñido de colores brillantes, colores que sólo hay en las películas de dibujos animados. No, no quiero eso.

Quiero el color de los rayos del sol sobre mis pupilas, sólo quiero eso. Tranquilo. Quieto. Suave. Placentero. Un color que sé con certeza que, cada mañana, estará ahí, conmigo. Hay días que llueve y, en esos días, ese color se apaga un poco, pero sólo un poco, y eso también es bueno. Pero son sólo algunos días. La mayoría del tiempo el sol, mi gran y bello sol, está ahí, conmigo, mostrándome ese color tan bonito del mundo que tanto me gusta. 

No pido fresas. No pido colores de arco-iris. Sólo quiero a ese sol acariciando mi pelo cada día mientras me despierto entre las sábanas y saludo al nuevo día. Eso es sólo lo que quiero.