dimarts, 13 de desembre del 2011

Entre montañas.


Pasaron las semanas e Ismael estaba cada día más vital. Seguía sin hablar pero ahora corría las cortinas y dejaba que la luz penetrara por la casa, por nuestra casa. Pero eso no era suficiente para él. Lo sentía. Había descubierto la vida, había descubierto el placer, el aire, los latidos, la sangre hirviendo, el color del mundo. Y esa casa ya no era suficiente para él. Desperté una mañana y no estaba a mi lado. Fui a la cocina y tampoco. Al baño, y tampoco. Entonces vi que la puerta estaba abierta. De par en par. Me quedé quieta. Inmóvil. Asustada. Salí con cuidado al jardín. Y lo vi. Estaba de pie. Mirando al cielo. Mirando al Sol. Directamente. Quieto. Como una estatua. Me acerqué a él por detrás. Aquel Sol calentaba. Calentaba los corazones. Y la piel. Y la cabeza. Nos transmitía su energía desde allí, tan arriba y tan y tan lejos... Le abracé por detrás, fuerte fuerte, y le besé la nuca. Él me respondió apretándome fuerte las manos. Pero me las soltó. Y empezó a correr con su gabardina negra. Empezó a correr gritando, saltando, casivolando. Empezó a correr hacia el Sol, hacia la vida. Empezó a correr, correr, correr, y desapareció. Me quedé quieta, mirando al infinito, sabiendo que no iba a volver, sabiendo que ahora Ismael por fin estaba vivo.


(fotografíainspiradora)

dijous, 1 de desembre del 2011

Ser sensible, mata.


Como un caracol. Es como me gustaría estar hoy. Pero sin el "como". Caracolypunto. Con mi cáscara sobre mi espalda y que cuando me toquen pueda decidir quedarme fuera o meterme rápidamente hacia dentro, sin que casi te des cuenta. Estaría bien, sí, muy bien. Aunque yo no pienso así. Normalmente no lo hago. Normalmente creo que lo mejor es ir sin carcasa, desnuda ante el aire, sentir el frío, el calor, que me queme, que me hiele, que me haga heridas y me sangren. Sí. Normalmente es así como pienso. Pero hoy no. Hoy echo de menos ese caparazón que no tengo. Hoy me gustaría poder esconderme y resguardarme ahí dentro, conmigo misma, sin que nadie de fuera me vea, me oiga ni me huela. No quiero ninguna herida más. No quiero ningún rasguno. Niunagotadesangre. Quiero estar bella, pura, suave, limpia, curada, en paz. Pero es culpa mía. Es culpa mía porque aunque no lleve caparazón que me resguarde, tengo que aprender a cuidar de mí. Y no sé cómo hacerlo. En lugar de cuidarme, lo que hago es tirarme a la vida, de una manera peligrosa, casi obscena, restringida a los menores de edad. Y eso tiene riesgos. Riesgos como el de ayer. Riesgos como el de ahora. Riesgos hasta el punto de que mi manera de pensar se vea modificada, aunque sólo sea un día, aunque sólo sea un suspiro, me cambia. Y no quiero que me cambie. Quiero ser capaz de protegerme, de sacar la carcasa cuando lo necesite, de dibujar un escudo, una espada, una pistola, una máscara de hierro y marcharme de allí sin que el aire ni siquiera me me roce. Sí. Eso es lo que tengo que hacer. Tengo que parar deunputavez de empujarme contra la pared. Y atravesarla. Atravesarla y pasar al otro lado, al lado en el que las personas se ponen gasitas en las heridas, se besan, se masturban y piensan que qué bello es esto de vivir.