dijous, 3 d’octubre del 2013

Soleado


Y hacía tiempo que no escribía. Para mí, digo. Escribir, sí que escribo; de hecho, no paro de hacerlo. Pero escribir para escribirme hacía tiempo, mucho tiempo. No sé, todo va rápido, muy rápido. De repente me siento llena de burbujas de fresa a punto de explotar en un mundo de sabores y, en un abrir y cerrar de ojos, las fresas se han vuelto amargas y me pica mucho la lengua. Tampoco quiero tanto. No quiero que mi mundo sea una gigante fresa. No quiero que lo que hay en mi alrededor esté teñido de colores brillantes, colores que sólo hay en las películas de dibujos animados. No, no quiero eso.

Quiero el color de los rayos del sol sobre mis pupilas, sólo quiero eso. Tranquilo. Quieto. Suave. Placentero. Un color que sé con certeza que, cada mañana, estará ahí, conmigo. Hay días que llueve y, en esos días, ese color se apaga un poco, pero sólo un poco, y eso también es bueno. Pero son sólo algunos días. La mayoría del tiempo el sol, mi gran y bello sol, está ahí, conmigo, mostrándome ese color tan bonito del mundo que tanto me gusta. 

No pido fresas. No pido colores de arco-iris. Sólo quiero a ese sol acariciando mi pelo cada día mientras me despierto entre las sábanas y saludo al nuevo día. Eso es sólo lo que quiero. 



dimecres, 5 de juny del 2013

Ventanas

El aire de la ventana abierta de mi habitación cerrada entró por mi nariz, entró por mis orejas, entró por mi boca. Entró y bajó, bajó por todo el cuerpo, provocó un remolino de aire, agua, intestinos y sangre que me hizo vomitar. Lo saqué todo, todotodotodo, y volví a respirar. El aire entraba y salía y, cada día, el huracán se adueñaba de mis tripas. Cada día el vómito era menos. El dolor de barriga se convertía en unas cosquillas. El huracán se transformaba en una brisa de verano. Entonces fue cuando las oí. Las olas. Las olas de mi mar estaban quietas, tranquilas, calladas. Pero estaban ahí. Seguramente fue ese aire que iba entrando en mi cuerpo. El aire se convierte en vapor. El vapor se convierte en nube. La nube se convierte en lluvia. La lluvia es agua. Agua. Mar. Y mis olas que vuelven a estar conmigo, donde tienen que estar.


divendres, 26 d’abril del 2013

"Poquito a poco"

Y sí, estoy aquí con la boca enorme, los brazos de plumas y los ojos rojos, rojosdecosasrojas, rojosdecosasrojasgrandesybonitas. No sé, me gusta el ahora, este ahora me hace sentir las mismas cosas que siento aquellos días nublados en los que me acerco a la playa, a la solitaria playa vacía de voces, vacía de gente, vacía de humanidad. Esos días en los que la playa está llena de ella. Ahí, cuando me acerco a mirarla, casi pidiendo permiso para poder sentarme sobre la arena, es cuando empiezan a surgirme esas cosas en la barriga, esas cosas que ahora mismo también tengo. Es la única manera en la que se me ocurre explicar mi "ahora". Y me gusta. Me gusta mucho que sea así.

Corro, sudo, me río, me canso, juego, duermo, como, aprendo, aprendo de mí, aprendo de él, paseo, pienso, escribo, creo, camino.... Sí, al final todo se reduce a eso: caminar. Caminar hacia algún sitio, caminar con algún sentido y dejar de dar vueltasymásvueltas sobre mí misma como una peonza absurda, fea y vieja. "Es mejor caminar para ir creciendo" recuerdo ahora y me acuerdo que cuando antes oía esta frase, la odiaba, "El paseo en sí también es bonito", pensaba, "No hace falta siempre sacar un resultado de todo lo que haces", me repetía. Ahora entiendo. Es mejor caminar pa' ir creciendo. Claro que lo es. Mucho mejor. Y no sólo para ir creciendo, no: es mejor caminar para ir viviendo. Si no caminas, no vives. Y yo ahora podría caminar el Everest. Lo juro.

dijous, 18 d’abril del 2013

Ridiculeces


Llevo tiempo callada. Llevo tiempo con una falsa sonrisa sobre la cara. Me he convertido en una mujer adulta, en esposa y en madre. Y, ahora, sentada aquí, me siento más pequeña que nunca, más pequeña incluso que cuando saltaba por la ventana para encontrarme con mi unicornio. Sé que nunca me creíste, sé que querías hacerlo, lo sé de verdad, pero no podías creerme. Incluso ahora sé que no lo haces. Debe sorprenderte que, pese a los años que han pasado, continúe aquí, sentada ante el bosque, asegurando que los unicornios existen. Parece ridículo, lo sé, me veo en tus ojos igual que me vi en los ojos de nuestros padres. Y me sentí ridícula, durante toda mi adolescencia y juventud me sentí ridícula. Pero ahora, vuelvo a estar aquí, me veo, os veo y sé que los ridículos sois vosotros.

Entonces, Lara, mi hermana Lara, comenzó a caminar hacia el bosque. Caminó, Caminó y caminó. Y la seguí. Esta vez la seguí sin miedo, la seguí sin tener frío y sin que mi pulso temblara. La seguí hasta las entrañas del bosque. Hasta que se sentó en el suelo y cerró los ojos. Me senté en el suelo y cerré los ojos. Cuando los abrí, Lara, mi loca hermana Lara, estaba subida sobre los lomos de un precioso unicornio blanco.

dimarts, 29 de gener del 2013

Mitigo

Te abrazo.
Te abrazo fuerte.
Te estrujo entre mis brazos,
entre mis dedos,
entre mis piernas,
entre mis cabellos.

Te abrazo.
Te abrazo hasta que me duelen las extremidades.
Te abrazo porque quiero que estés aquí,
pegado junto a mi pecho,
compartiendo latidos,
e intentando que el pumpum,
el maldito pumpum
sea tan sólo uno.
El nuestro.


Te abrazo.
Te abrazo más y más y más y más
y nos ponemos rojos,
morados,
azules de tanta fuerza,
de tanta pasión.

Pero no es suficiente.

Por mucho que te abrace fuertefuerte
tú sigues allí,
afuera,
despegado de mí.
Por mucho que me empeñe en untarnos con pegamento
o juntarnos tanto que salgan morados de nuestra piel,
nuestros cuerpos se convierten en la barrera física de nuestro amor.
Y yo te quiero conmigo.
Con-migo.
Con-tigo.
Mitigo.

Por eso
tengo este cuchillo entre mis delicadas manos.
Un cuchillo precioso,
frío
y pequeño
que tiene grabadas tus iniciales.
Un cuchillo
impresionantemente bello
que he puesto sobre tu piel,
tu preciosa piel,
y he clavado con cuidado,
muy pero que muy despacio,
hasta que la sangre ha empezado a brotar de tu cuerpo.

Entonces,
cuando tu pecho estaba ya abierto,
abierto a mí,
has cogido ese cuchillo
lleno de tu rojo
y lo has posado sobre mi ombligo.
Me has hecho cosquillas.
Muchas cosquillas.

Ahora,
una vez así,
yo abierta
y tú abierto,
hemos juntado nuestros cuerpos,
despacio,
hemos fundido tu sangre con mi sangre,
hemos unido tu corazón con el mío
y hemos conseguido que el ensordecedor pumpum fuera,
por fin,
el de uno solo.






dimarts, 15 de gener del 2013

Mañana

Hoy he soñado con el mañana. Con ese mañana en el que estaremos juntos, sobre tierra, nieve o agua. Ese mañana que empieza a dibujarse con una forma cada vez más definida, que tiene color, que empieza a oler y a hacer un leve sonido. Y me gusta. Me gusta haber visto hoy ese mañana. Aunque sólo sea un poquito.

¿Te acuerdas cuándo me dijiste que tenías los pies de barro? Aquella noche te los miré y los vi de barro. No eran imaginaciones. Eran de barro. Me fui andando a mi casa pensando en tus pies de barro, dándole vueltas y más vueltas a la cabeza para intentar descubrir el método para endurecerlos, para que tu barro se convirtiera en hierro o cemento o algún material duro, fuerte e irrompible. Y justo antes de entrar en casa vi que las huellas de barro me habían seguido hasta mis suelas. Pies de barro. Tú y yo. Pies de barro.

Y hoy he soñado con mañana. He visto el color blanco de la tapicería, he visto el mapa gigante que ocupará nuestras manos, he visto el color de las cortinas. Te he visto a ti. Y a mí. Y al mundo entero abierto a nuestros ojos. Sé que este no es motivo suficiente para creer que nuestros pies ya no son de barro. Quizás sí, quizás no. Por lo menos, ahora no gotean, no dejan el rastro asqueroso que dejaron aquella noche en el camino a mi casa. Quizás nuestros pies siguen siendo blandos, quizás con una lluvia intensa vuelva a aparecer el barro ante nuestra atónita mirada. Pero ¿qué más da? Sean de barro, sean de agua, sean de azúcar o de sal, nuestros pies nos acompañarán en nuestro mañana. En nuestro mañana juntos que he vivido como si fuera hoy.

divendres, 11 de gener del 2013

Cara a cara

Y me miro al espejo y la imagen que me devuelve es la de un "yo" borroso. Hay gestos, rasgos en mi piel, en mi mirada e, incluso, en mi pelo, que no reconozco como míos. No sé en qué momento esa peca me salió, en qué momento se me oscureció la pupila, en qué momento mis dedos se convirtieron en garras. La verdad es que me miro y me doy entre pena y asco. Siento que con estas manos de monstruo que ahora tengo soy capaz de arañar pieles de un modo involuntario. Y no quiero arañar pieles. No quiero sangre. No quiero llantos ni gritos ni vacíos en el pecho que lleguen a marear.

Me miro y no entiendo en qué momento he convertido mi piel, antes suave, en algo áspero, en lija, en una superficie casi de piedra. Yo, que tanto me había prometido a mí misma que nadie me cambiaría, que nadie sería capaz de borrar las estrellas fugaces que salían de mis ojos, que nadie podría herir mis pies preparados para correr, preparados para alzar el vuelo. Yo, que me había prometido todo esto me encuentro ahora conmigo misma, con mi absurdo reflejo del espejo y veo que doy pena. Doy pena porque me he fallado a mí misma. He roto una promesa que no debería haber roto. La he roto y, yo misma, me he llevado por un camino en el que hay miedos, hay temblores, hay inseguridades y, sobre todo, un sitio que está cerrado, muy cerrado, tan cerrado que el aire casi ni pasa para darme oxígeno.

Quiero abrir la puerta. Pero, para hacerlo, primero debo hacer las paces conmigo misma. Debo perdonarme el haber roto la promesa, mi promesa. Debo dejar que la vida, "la gran vida", me enseñe pero no me destroce, me haga marcas pero que cicatricen, me dé un empujón pero no me baje a los infiernos. Y para eso debo perdonarme. Cuando me perdone, cuando me reconcilie con mi reflejo del espejo, estaremos las dos unidas, fuertes para seguir adelante aunque llueva, venga un huracán o un mundo de confeti estalle en nuestras cabezas.

Y, ¿sabes qué? Estoy preparada. Estoy preparada para mirarme al espejo y perdonarme. Estoy preparada para abrir las ventanas y dejar que el aire, el sol y el amor entre por mis venas. Sí, lo estoy.