dimarts, 29 de gener del 2013

Mitigo

Te abrazo.
Te abrazo fuerte.
Te estrujo entre mis brazos,
entre mis dedos,
entre mis piernas,
entre mis cabellos.

Te abrazo.
Te abrazo hasta que me duelen las extremidades.
Te abrazo porque quiero que estés aquí,
pegado junto a mi pecho,
compartiendo latidos,
e intentando que el pumpum,
el maldito pumpum
sea tan sólo uno.
El nuestro.


Te abrazo.
Te abrazo más y más y más y más
y nos ponemos rojos,
morados,
azules de tanta fuerza,
de tanta pasión.

Pero no es suficiente.

Por mucho que te abrace fuertefuerte
tú sigues allí,
afuera,
despegado de mí.
Por mucho que me empeñe en untarnos con pegamento
o juntarnos tanto que salgan morados de nuestra piel,
nuestros cuerpos se convierten en la barrera física de nuestro amor.
Y yo te quiero conmigo.
Con-migo.
Con-tigo.
Mitigo.

Por eso
tengo este cuchillo entre mis delicadas manos.
Un cuchillo precioso,
frío
y pequeño
que tiene grabadas tus iniciales.
Un cuchillo
impresionantemente bello
que he puesto sobre tu piel,
tu preciosa piel,
y he clavado con cuidado,
muy pero que muy despacio,
hasta que la sangre ha empezado a brotar de tu cuerpo.

Entonces,
cuando tu pecho estaba ya abierto,
abierto a mí,
has cogido ese cuchillo
lleno de tu rojo
y lo has posado sobre mi ombligo.
Me has hecho cosquillas.
Muchas cosquillas.

Ahora,
una vez así,
yo abierta
y tú abierto,
hemos juntado nuestros cuerpos,
despacio,
hemos fundido tu sangre con mi sangre,
hemos unido tu corazón con el mío
y hemos conseguido que el ensordecedor pumpum fuera,
por fin,
el de uno solo.






dimarts, 15 de gener del 2013

Mañana

Hoy he soñado con el mañana. Con ese mañana en el que estaremos juntos, sobre tierra, nieve o agua. Ese mañana que empieza a dibujarse con una forma cada vez más definida, que tiene color, que empieza a oler y a hacer un leve sonido. Y me gusta. Me gusta haber visto hoy ese mañana. Aunque sólo sea un poquito.

¿Te acuerdas cuándo me dijiste que tenías los pies de barro? Aquella noche te los miré y los vi de barro. No eran imaginaciones. Eran de barro. Me fui andando a mi casa pensando en tus pies de barro, dándole vueltas y más vueltas a la cabeza para intentar descubrir el método para endurecerlos, para que tu barro se convirtiera en hierro o cemento o algún material duro, fuerte e irrompible. Y justo antes de entrar en casa vi que las huellas de barro me habían seguido hasta mis suelas. Pies de barro. Tú y yo. Pies de barro.

Y hoy he soñado con mañana. He visto el color blanco de la tapicería, he visto el mapa gigante que ocupará nuestras manos, he visto el color de las cortinas. Te he visto a ti. Y a mí. Y al mundo entero abierto a nuestros ojos. Sé que este no es motivo suficiente para creer que nuestros pies ya no son de barro. Quizás sí, quizás no. Por lo menos, ahora no gotean, no dejan el rastro asqueroso que dejaron aquella noche en el camino a mi casa. Quizás nuestros pies siguen siendo blandos, quizás con una lluvia intensa vuelva a aparecer el barro ante nuestra atónita mirada. Pero ¿qué más da? Sean de barro, sean de agua, sean de azúcar o de sal, nuestros pies nos acompañarán en nuestro mañana. En nuestro mañana juntos que he vivido como si fuera hoy.

divendres, 11 de gener del 2013

Cara a cara

Y me miro al espejo y la imagen que me devuelve es la de un "yo" borroso. Hay gestos, rasgos en mi piel, en mi mirada e, incluso, en mi pelo, que no reconozco como míos. No sé en qué momento esa peca me salió, en qué momento se me oscureció la pupila, en qué momento mis dedos se convirtieron en garras. La verdad es que me miro y me doy entre pena y asco. Siento que con estas manos de monstruo que ahora tengo soy capaz de arañar pieles de un modo involuntario. Y no quiero arañar pieles. No quiero sangre. No quiero llantos ni gritos ni vacíos en el pecho que lleguen a marear.

Me miro y no entiendo en qué momento he convertido mi piel, antes suave, en algo áspero, en lija, en una superficie casi de piedra. Yo, que tanto me había prometido a mí misma que nadie me cambiaría, que nadie sería capaz de borrar las estrellas fugaces que salían de mis ojos, que nadie podría herir mis pies preparados para correr, preparados para alzar el vuelo. Yo, que me había prometido todo esto me encuentro ahora conmigo misma, con mi absurdo reflejo del espejo y veo que doy pena. Doy pena porque me he fallado a mí misma. He roto una promesa que no debería haber roto. La he roto y, yo misma, me he llevado por un camino en el que hay miedos, hay temblores, hay inseguridades y, sobre todo, un sitio que está cerrado, muy cerrado, tan cerrado que el aire casi ni pasa para darme oxígeno.

Quiero abrir la puerta. Pero, para hacerlo, primero debo hacer las paces conmigo misma. Debo perdonarme el haber roto la promesa, mi promesa. Debo dejar que la vida, "la gran vida", me enseñe pero no me destroce, me haga marcas pero que cicatricen, me dé un empujón pero no me baje a los infiernos. Y para eso debo perdonarme. Cuando me perdone, cuando me reconcilie con mi reflejo del espejo, estaremos las dos unidas, fuertes para seguir adelante aunque llueva, venga un huracán o un mundo de confeti estalle en nuestras cabezas.

Y, ¿sabes qué? Estoy preparada. Estoy preparada para mirarme al espejo y perdonarme. Estoy preparada para abrir las ventanas y dejar que el aire, el sol y el amor entre por mis venas. Sí, lo estoy.