dimecres, 5 de juny del 2013

Ventanas

El aire de la ventana abierta de mi habitación cerrada entró por mi nariz, entró por mis orejas, entró por mi boca. Entró y bajó, bajó por todo el cuerpo, provocó un remolino de aire, agua, intestinos y sangre que me hizo vomitar. Lo saqué todo, todotodotodo, y volví a respirar. El aire entraba y salía y, cada día, el huracán se adueñaba de mis tripas. Cada día el vómito era menos. El dolor de barriga se convertía en unas cosquillas. El huracán se transformaba en una brisa de verano. Entonces fue cuando las oí. Las olas. Las olas de mi mar estaban quietas, tranquilas, calladas. Pero estaban ahí. Seguramente fue ese aire que iba entrando en mi cuerpo. El aire se convierte en vapor. El vapor se convierte en nube. La nube se convierte en lluvia. La lluvia es agua. Agua. Mar. Y mis olas que vuelven a estar conmigo, donde tienen que estar.