diumenge, 29 d’agost del 2010

Shhhh


Aprovechaba los días soleados para colarme en tu habitación y registrar tu ropa interior. Cogía los sujetadores y los palpaba con mis manos imaginando tus pechos tibios, erguidos, preciosos, excitantes.

Y besaba aquellas prendas íntimas durante horas y horas hasta que llegabas a casa y corría rápidamente a mi habitación fingiendo que leía un cuento de ranas y sapos




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(foto del parque Vigeland, Oslo)

Disfraces.



No more to say.

dimarts, 17 d’agost del 2010

De sangre





Entonces, Mónica, aún con el cuerpo de su hermana ensangrentado en el suelo y el cuchillo caliente de vida entre los dedos, fue al lavabo, se miró al espejo y descubrió que ella también tenía dos enormes y preciosos colmillos entre sus labios.












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Hermanas.


Mónica sentía una atracción diferente hacia su hermana, un sentimiento más allá del familiar que le invadía las venas, la mente y el sexo.

Todo empezó una tarde de invierno.

Mónica tenía ocho años y Silvia diez. Sus padres se habían ido al cine a ver una película de mayores y las niñas se quedaron en casa con la chimenea, sus juguetes nuevos y la compañía la una de la otra. ¿Jugamos a madres y padres?, ¡Sí!, y pusieron una película de madres y padres y empezaron a imitar todo lo que en ella hacían, se besaron, se tocaron, se observaron, se exploraron, se sintieron y luego continuaron jugando a las muñecas.

Nunca jamás volvieron a hablar de ese episodio de sus vidas. Silvia logró borrarlo por pudor, por vergüenza, por escándalo. Pero Mónica no.

Desde entonces, Mónica espiaba a su hermana en la ducha, cuando se cambiaba de ropa, cuando estudiaba, cuando leía, cuando se miraba al espejo y se creía sola,

m i e n t r a s d o r m í a

Muchas eran las noches que Mónica se escapaba de sus sábanas y acudía a la habitación de Silvia. La encontraba en el territorio de sus sueños, con una expresión plácida, angelical, inconsciente y Mónica le acariciaba las mejillas, los labios, el cabello rubio, pero lo hacía con manos de cristal para así evitar que ella saliera del mundo de ojos para dentro y volviera a la realidad de la noche oscura y los grillos cantando y su hermana enamorándose de ella. Así que iba con cuidado, con mucho mucho muchísimo cuidado para que el tacto de sus dedos casi no existiera. Se metía bajo las sábanas y le acariciaba los muslos, los pechos, el sexo, casi sin respirar, sudando lagos enteros y con el corazón a punto de salírsele por los ojos.

Eran noches secretas, noches que no existían para nadie, noches invisibles que Mónica deseaba y ansiaba durante las horas que el Sol estaba allí arriba mostrándolo todo con demasiada absurda claridad.

Por eso, Mónica le declaró la guerra al Sol.















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dimecres, 11 d’agost del 2010

Sueños de Luna




Cati era una niña que se pasaba horas y horas y horas y más horas y más horas en la habitación de su casa jugando con sus muñecas por la mañana y mirando las estrellas por la noche.


Su habitación tenía una ventana enorme que daba al jardín bonito y verde y más bonito y muy muy verde. Muchas eran las noches que se sentaba en la repisa de aquella ventana a escuchar el murmullo del mundo cuando los seres vivos se sumergen en la inconsciencia del sueño.

Entonces oía el respiro de la vida, oía los árboles, oía la tierra, oía las estrellas, oía la Luna, oía el cielo oscuro, oía las hormigas, oía su corazón palpitante.



Y aquellas noches se iba a dormir y soñaba sueños que soñaban con soñar seguir soñando y nuncanuncanuncajamás despertar.




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dimarts, 3 d’agost del 2010

Buceando.


Conoció a Nieves bajo el agua.

Afuera estaba ya atardeciendo y el frío del mar se había metido bajo sus costillas pero ¡se estaba tan bien con aquel saborcito salado en la boca! Además, a esa hora era cuando el agua se vaciaba de gente, de voces, de cuerpos, de humanidad, y aparecía el mar, no la playa. A esas horas, el agua se movía para poder continuar su lucha secreta con la tierra que allí se quedaba, también vacía, retándola a acercarse y acabar haciendo el amor con odioamorodioamor.

Y Lucía quería ser testigo del acontecimiento.

Por eso, durante muchas tardes, esperaba en la toalla a que la gente se marchara a hacer la cena, a ducharse, a peinarse, y así ella poder adentrarse en el agua y escuchar los besos de los eternos amantes.

Y Nieves apareció como una sirena.

Era ya entrada la noche pero Lucía no se había dado cuenta de ello y seguía buceando descubriendo nuevas plantas, nuevos peces y a una nueva mujer. Porque allí, a lo lejos, Nieves nadaba comopezenelagua, sin descompás en su nado, su movimiento era perfecto, fluyendo con aquel mundo de vida sin aire.
Lucía se quedó quieta, no quería hacer ruido, quería seguir observando cómo aquella mujer se movía y movía y movía en aquel territorio como si se hubieran equivocado al hacerla terrestre, como si aquel quien crea a los seres vivos hubiera errado con Nieves y la hubiera colocado en un mundo al que no le tocaba vivir y ella sola hubiera descubierto su verdadero hogar: junto a las algas, juntos a las rocas, junto al agua, junto a su nózaroc.


Y Lucía se marchó sin ser vista






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