dilluns, 23 d’abril del 2012

Tatuaje



Fue durante esos días cuando realmente te sentí dentro de mí.

Justo cuando te alejabas,
cuando creía que nunca volvería a oler tu piel
o acariciar tu espalda,
sentí que estabas incrustrado en mis poros.

Como un tatuaje.

Un tatuaje que se ha hecho con una tinta invisible.
La tinta invible de tus besos,
de tus sonrisas,
de tus palabras de amor e,
incluso,
de nuestras discusiones.

Poco a poco,
con una fuerza contínua,
te has ido tatuando en mi piel
y borrar un tatuaje siempre ha sido complicado y doloroso,
sobre todo doloroso.

Esos días sentí que tenía que borrar mi tatuaje favorito.

Y no quería.
No.
No quería por nada del mundo.

Y entendí el por qué.

Entendí por qué estabas tan dentro de mí,
entendí por qué te habías grabado sobre mi piel con esa brutal fuerza.
Entendí por qué te quiero tanto.

Y,
mientras yo me daba cuenta,
tú volviste a mí,
me cogiste de la mano
y me enseñaste tus manos recubiertas de dos grandes,
inmensos y
preciosos
guantes de boxeo.

Por fin.

Ahora he desenterrado los míos,
los que tenía arrinconados bajo el armario.
Me los he puesto y estoy dispuesta a luchar con sangre,
dientes
y entrañas
para que tú y yo siempre tengamos
el corazón rojopasión.

Y estoy contenta porque,
esta vez,
tú estás en el ring luchando conmigo.


divendres, 13 d’abril del 2012

Para ti - Carta 1

Me he levantado esta mañana con una canción en la cabeza. Abro los ojos y, "Sácalo, saca a tu perro, sácalo". Una sonrisa se ha dibujado en mi cara. Me gusta esa canción. Sí. Me gusta la alegría de esa canción. El canallismo de tu voz y de tus palabras. La manera de tocar la guitarra, de mover los hombros y de sonreír mientras cantas. Creo que no sabes lo que eres capaz de transmitir. Y no hablo de tus canciones, no. Hablo de ti. Una simple mirada, una mueca o un movimiento de ojos te delatan. Aunque a veces te hayan dicho que eres un muro, que eres de hierro, que eres blanco y rígido. Yo no te veo así. De hecho, nunca te he visto así. Siempre te he visto al contrario. Transparente. Como el agua. O el aire. Y esta mañana, he abierto los ojos, me he lavado los dientes y, zas, tu canción, tu ritmo, tu alegría, tu vida, se me ha metido en la cabeza.

Entonces, te he enviado un mensaje. Porque he pensado en ti. Bueno, más que pensar, lo que ha pasado es que te has metido en mi mente. Como un instruso, como un ladrón de espacio. Y te he escrito, pensando que todo iba bien, pensando en vanalidades, creyendo que las cosas no pueden ir mal, que siempre van bien. Engañándome. Porque desde hace dos días, cuando me llamaste, supe que ocurría algo. Lo noté en tu voz. En tu manera de expresarte y de hablarme y de comunicarte conmigo aunque las palabras me dijeran cosas sin sentido. Supe que tenías miedo. Y yo también lo tuve. Pero tengo la manía de pensar que todo va bien, que todo tiene que ir bien, que, por cojones, todo va a estar bien. Pero no. Creo que hoy te he enviado un mensaje para poder mantener esa distancia. Para no encontrarme con tus palabras. Para no encontrarme con la verdad que sabía que existía pero que prefería hacer ver que no. Prefería fingir una sonrisa de plástico en mi cara, por eso de no sufrir.

Y me has llamado. Te he saludado sonriendo plásticamente y me has arrancado esa estúpida sonrisa de mi cara. Entonces, me he dado cuenta de la existencia de lo absurdo. Lo absurdo de todo. Y, también, he sentido que te quiero, que te quiero porque me gusta como eres, te quiero porque cantas la canción del perro, te quiero porque eres una persona llena de cosas buenas. Y porque te quiero, quiero intentar hacerte sonreír. Aunque las sonrisas se tengan que buscar en el fondo del pozo, aunque tengamos que remover arenas movedizas y enfrentarnos con lobos, dragones y monstruos de esos que sólo salen en las pelis de miedo.

Ahora tú sólo tienes que luchar por ti. Yo, mientras tanto, lucharé por buscar tu sonrisa y dártela en la mano, como se dan los caramelos o las chucherías.

dijous, 12 d’abril del 2012

Ese no se qué




¿No crees que ya va siendo hora de superar ese miedo? Llevamos más de tres años juntas, viéndonos, hablándonos, llorando y riendo. Y ese miedo te impide hacer eso: volar. Creo que ha llegado el momento de que te pongas sobre un patín, te vistas, si quieres, con todo el equipaje necesario para sentirte, más o menos protegida, y te lances al aire.

No seré capaz. Lo he intentado muchas veces. Llevo años poniéndome el objetivo de aprender a esquiar o a patinar sobre hielo. Todos los novios que he tenido me han querido llevar a la nieve. Ya sabes, es un paisaje muy romántico. Pero nunca he sido capaz de calzarme unos esquís. Me quedo mirando la nieve, la fría y blanca nieve y vuelvo a la habitación. Cualquier promesa de sexo desenfrenado, de pasión irrefrenable consigue que mi amante prefiera la cama a la nieve. Y así yo sigo luchandosinluchar.

Conmigo no te servirá la excusa del sexo, ya lo sabes. Si sigues queriendo aprender a volar, yo te ayudaré a empezar a hacerlo. El viento contra tu cara, el frío erizando tu piel, esa sensación de libertad... No puedes morirte sin saber qué es eso.

Pero ahora estoy muy débil, Clara. Ahora ya es demasiado tarde.

Nunca lo es. Nunca es tarde, niña. Y menos para volar. Para sentir la vida. Para dejarte llevar sin controlar tus pasos. Es que no sé de qué me extraño, la verdad. Tú siempre tan adentro, tan en tu cabeza, tan en tus pensamientos. Es normal que, en cuanto aparezca cualquier sensación irracional, agaches la cabeza y te metas bajo la colcha. No es malo pensar. Pero es bueno sentir. Es bueno vivir. Es bueno gritar, saltar, bailar, volar. Es bueno dejarte llevar por eso que no se sabe qué es. Esa fuerza que hace que te sientas llena de pájaros, de agua, de colores brillantes.