dimecres, 18 de gener del 2012

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Lo descubrí el día que metí en el lago. Mi madre siempre me había dicho que no lo hiciera. Se inventaba cualquier excusa para evitar que entrara allí. Desde animales mortíferos a veneno invisible. De todo. Y yo estuve tiempo, mucho tiempo, atraída por el lago, por aquel agua mansa, cristalina y deliciosa que parecía cantar una melodía preciosa para mis oídos. (Me mira directamente y se acerca, a modo de confesión. Aún puedo percibir el temblor en sus ojos. Emoción. Miedo. Vida.) Pero una noche no lo resistí más. Era pleno agosto, hacía un calor insufrible y estaba en la cama dando vueltas y más vueltas. Y lo hice. Me fui al lago, al maravilloso lago y me tiré. Fue inmediato, unvistoynovisto. Agua y sirena. Así, sin más. (Se levanta, desaparece de mi vista. Silencio. Silencio. Silencio. Y vuelve con un vaso de agua. Vuelve a sentarse. Siento que está más que nerviosa. A punto de estallar.) Espero que lo entiendas, mi niña. Llevo toda mi vida callada, queriendo descubrir más pero con miedo a hacerlo. Ahora tú ya eres mayor de edad, en este año nuevo te has hecho toda una mujer. Creo que es mi turno. El turno de cuidar de mí. De volver a mí. De reencontrarme. (Se toca las manos con nerviosismo. Tiembla. Seguro que le están sudando, es algo que siempre le pasa cuando está nerviosa. Mira hacia mí de nuevo, con ojos de súplica, con ojos de perdón, de amor y de miedo.) Espero que lo entiendas. Te quiero tanto... (Se levanta del sofá, se acerca y da un beso a la cámara. La televisión se queda en negro haciendo un ruido casi insoportable. Fin de la cinta.)

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