"Es el
calor. El calor que me sube por las entrañas y me hace escupir lava de fuego.
El calor que me sube a los ojos y hace que llore lágrimas de ácido sulfúrico.
El calor que recorre mis venas y que me quema por dentro mientras grito por un
dolor que es placer y es dolor y placer y dolor otra vez. Es ese tipo de calor,
ese tipo de sensación que hace que mi corazón arda en llamas el que has metido
tú en mi vida. Y te odio por eso. Te odio porque yo soy más de agua, de cielo
azul y de tranquilidad. Yo soy más de aire puro, de verdes montañas y de cabras
montañesas. No quería descubrir lo que era el fuego, ni la sangre a borbotones
ni los demonios horribles y terroríficos que has metido en mi cuerpo en mi
cabeza y en mis pupilas. Odio que me hayas mostrado ese submundo, odio que me
hayas mostrado que la gente aparentemente bella, tranquila y de agua, puede
esconder fuego, tritones y dientes de tiburón.
Todo empezó
cuando decidí quererte. Lo hice tirándome de cabeza al océano, al agua fría y
llena de peces. Empecé a nadar, siguiendo el compás de las olas, siguiendo mis
pulsaciones, siguiendo el recorrido acuático que tú y yo hacíamos con nuestros
besos. Pero paraste mi nado. Lo paraste haciéndome una ahogadilla que duró más
de lo que tenía que durar. Casi me ahogué. Pero todavía permanecía en el agua,
en la pureza y frescura del agua. Aún no. Pero entonces, esa zambullida hizo
que mi nado a tu lado fuera un poco más distante, nadaba contigo, sí, pero un
poco detrás, para ver tus movimientos y que no volvieras a hacerme un
jueguecito así. No quería volver a ver la parte terrorífica al agua, a mi agua,
a mi sitio en el que tan tranquila y en paz me sentía. Iba detrás de ti para
poder ver cómo te movías. Pero volviste a hacerlo, volviste a girarte, a coger de
mi cabeza y a zambullirme bajo el agua. Entonces, perdí el conocimiento.
Cuando
desperté, habías substituido mi agua, mi hábitat, con mis peces, mis algas de
coral y mis sirenas por un lugar lleno de fuego, de sudor, de calor, de
asfixiante calor y de personas con cara de monstruos. Grité. Terror. Miedo.
Asco. Pero te vi. Entre toda esa mierda te vi a ti, caminando entre el fuego,
con tu cara de animal de agua y esa manera única de sonreír. Cogiste mi mano
"Ven, no te asustes". Y me dejé acompañar al inframundo al que me
habías llevado.
Y ahora, ahora
quiero volver a meterme en el agua. Ahora quiero limpiar el olor a humo, a
quemado y a muerte que has metido en mi nariz. Ahora quiero nadar, bucear,
meterme en el silencio del aguapordentro,
en ese eco y en ese hueco vacío que aparece cuando tus oídos se sumergen en el
mundo del agua, en mi mundo. Pero todavía tengo rastros del calor, todavía
tengo heridas y cicatrices del fuego abrasando mi piel, del demonio cogiendo y
aplastando mi corazón, de los ojos inyectados en sangre y en rabia. Ahora soy
una mezcla. Una hermafrodita. Alguien que quiere quitar esa mitad impuesta y
volver a estar limpia. Limpia del calor. Limpia del horror. Limpia de ti."
Después de
esto, después de que Clara dijera esto sobre el acantilado, alzó los brazos y,
de espaldas, sin pensarlo siquiera un segundo, se tiró al mar. Ahora debe de
estar llena de peces, con cola de sirena y el pelo repleto de corales. Porque
allí y sólo allí es donde ella debe estar.