¿Sabes? A veces, durante la noche, mientras tú duermes y estás
ahí, tan y tan lejos, he creado lazos con los cordones de las zapatillas. Los
suelo unir hasta crear un lazo grande grande y lo enrollo alrededor de nuestras
cabezas. Muchas veces he sentido que tenías que despertarte, que, justo en el
momento en el que nuestras cabezas unidas se encontrasen, zas, abrirías los ojos y me besarías la frente. Pero nunca pasa. Te
quedas soñando en ese mundo tan y tan lejano del de los ojos despiertos sin enterarte
de nada, sin ser consciente de mis esfuerzos por disipar esa distancia.
Muchos han sido los días en los que me ha aterrado besarte,
hablarte, compartirme contigo, tocarte la mano, hacerte el amor, que te metas
dentro, muy dentro de mí y que después, cerrásemos los ojos y se acabó. Tú allí
y yo en la otra parte. Siempre he querido luchar contra la distancia de los
sueños. Siempre. He intentado burlarla con las más disparatadas ideas:
enganchando mi cuerpo al tuyo con pegamento, uniendo nuestras manos con gomas
de pollo hasta que nos quedáramos, casi, sin sangre, metiéndome bajo tu mismo
pijama y hacer un dosenuno en
mayúsculas... Todo, lo he intentado todo. Pero es cerrar los ojos y por mucho
que nos apretemos fuerte de la mano, zas,
tú te escapas hacia ese mundo y yo vuelo hacia el mío.
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