dijous, 27 d’octubre del 2011

(im)posible



Fue en una de esas noches cuando ocurrió. Allí, entre nubes de colores, seres imposibles y alas en lugar de brazos, allí, en el medio, las dos hermanas se encontraron. Se miraron durante un rato. Y, luego, se abrazaron. Fue un abrazo que duró para siempre. Un abrazo que después, al despertar, continuaban dándose. Empezaron a hacer cada noche el mismo ritual: se lavaban los dientes, se ponían el pijama, apagaban la luz y se metían juntas, en silencio, en la cama. Ninguna decía nada. Pero las dos estaban deseando cerrar los ojos, llegar al sueño y encontrarse de nuevo con su hermana. Empezaron a quedar cada noche en el mundo de los ojos cerrados. Unas veces bailaban, las otras reían, las otras hablaban, las otras jugaban…. Volvían a ser ellas. Durante la noche. Al despertar, el silencio volvía a reinar en el ambiente. Se habían acostumbrado a él, Claudia se había acostumbrado a ser amiga de los animales y María a ser amiga de los cuentos. Así que no hacía falta hablar durante el día. No hacía falta hablar en ese mundo que les había quitado a sus padres. No hacía falta. Preferían gritar, saltar, correr y quererse en el mundo de los sueños. En el mundo que no les había hecho daño. En el mundo en el que todo, absolutamente todo, era posible.

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