diumenge, 29 de maig del 2011

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Estaba loca. Sí, estaba loca. O, por lo menos, eso es lo que decían. Y no una persona. Muchas. Sus vecinos, el panadero, la farmacéutica, su amiga María y su hijo. Su hijo. Cuando pensaba esto, el corazón se le llenaba de vapor frío y le dolían los pulmones. Por eso, cuando pensaba eso tan horrible, se ponía a saltar y a gritar. Era la única manera de llenar su corazón de aire caliente. ¿Loca? Sí, quizás. Pero por lo menos sabía cómo curarse el dolor.











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