dimarts, 2 de novembre del 2010

Dulces amargos.




De pequeña, su madre le enseñaba que mezclando los ingredientes se podían inventar sabores nunca antes descubiertos. Desde aquel día, Silvia se convirtió en una científica de sabores. La cocina era su pequeño laboratorio y las fruterías y supermercados eran el universo. Junto a su madre, creaba los únicos pasteles capaces de conseguir que todo el mundo sonriera y al decir “todo el mundo” me refiero hasta a la persona más insonreíble del mundo.

Pero cuando la madre de Silvia murió, Silvia dejó de cocinar pasteles, era nuestra manera de decirnos cosas que dan vergüenza poner letras, era su ritual de amor. Y por eso, al faltar la madre, la hija no volvió a la cocina, hacer el amor sola me rompe los ojos.


Y así fue como Silvia dejó de fabricar sonrisas en el mundo.



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3 comentaris:

  1. Vaya, veo que entras fuerte en este blog. Creo que aquí tienes posible nueva lectora, felicidades :)

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  2. A ti por seguirme. Te seguiré leyendo, es una amenaza :)

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