dimecres, 22 de juliol del 2009

Día en el campo.


Y verse de nuevo y ver que el tiempo se quedó de piedra mientras estaban separadas. Pero no todo el tiempo, sino una parte de él. Y así se dieron cuenta de que el tiempo puede dividirse en pedazos y podían sentir el paso de los minutos en el trabajo, el paso de los días durante el invierno, el paso de los años en el cuerpo. Pero el tiempo, otro tiempo, el tiempo que sólo les pertenece a ellas, se había quedado esperándolas bajo la sombra de un árbol. Y al reencontrarse, Lucía estaba contenta, incluso más que cuando su tiempo avanzaba entre ellas porque entonces se les escapaba, corría y ellas tras él. Y ahora había descansado, había bebido un poco de agua y las encontró en un parque comiendo pastel de chocolate y haciéndose fotos con ojos de pez. Y María pensó que qué bien ser capaces de parar el tiempo, aunque sólo sea un cachito. Y Lucía se revolcó por el césped y María la siguió, y luego jugaron con los animalitos del bosque y cantaron, y rieron y una enorme burbuja se elevó hacia el cielo y explotó convertida en confetis, caramelos de fresa y demás cosas bonitas que sólo ellas son capaces de provocar.
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